No es extraordinario enfrentarse a
obstáculos y a las crisis. No. Todo lo contrario, es lo normal en estos tiempos
de complejidades que vivimos. La diferencia radica en la actitud que las personas
asumen a la hora de hacer frente a esas dificultades. Sí se mantiene una
actitud positiva, y se es optimista existen miles de posibilidades de superar
los escollos, que sí se las personas se dedican a llorar, a quejarse sin hacer
anda para cambiar la situación. Es decir, sí las personas se dejan llevar por
pensamientos negativos y actitudes derrotistas.
En esta época hay que ser un empresario proactivo, adaptarse rápidamente a los
cambios para poder estar en la ola empresarial. Vale destacar que ya no es
suficiente contar con una marca reconocida y tener un buen producto o servicio
a un precio competitivo. Los tiempos altamente complejos en los que vivimos y
la vertiginosa velocidad del cambio en la que estamos inmersos, han visto a
muchas grandes empresas desaparecer o reducir drásticamente su participación de
mercado.
Ente las recomendaciones que siempre ofrezco a mis amigos siempre insisto en
que hay que entender a dónde se está parado, entender la situación tal como es,
sin ponerle adjetivos y enfrentarla las adversidades, sin crearse pretextos
para no hacerse responsables de los errores, ni se evade ni se obvia, sino que
se enfrenta con los pies puestos en la tierras y las ganas de brincar hacia el
éxito.
Sí usted entra en pánico frente a la crisis,
y deja que el temor lo paralice entonces usted se está embarcando al bus de los
perdedores.
Un empresario inteligente mantiene la
calma e infunde fe en otros cuando las cosas no están saliendo como uno
quisiera. Si se tiene intuición se identifica el problema y se genera una
solución, se reacciona luego de haber analizado la situación que genera la
crisis. El verdadero liderazgo es capaz de transformar una dificultad en una
oportunidad de triunfar
Como lo hemos repetido en este blog, hay muchas personas que tiene una
interpretación negativa de un momento de crisis y le asigna automáticamente
adjetivos negativos, tales como “esto está muy mal y es injusto”.
Esta manera de interpretar la situación te deja como víctima y con poco poder
para lidiar con ella efectivamente.
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